"Gracias tío Sam": el plan Marshall

Tras la Segunda Guerra Mundial, Europa estaba devastada. Los estragos de la guerra podían contarse por ruinas, edificios derrumbados, muertos o heridos. Sin duda fue la mayor contienda jamás vivida en la historia de la humanidad. Al finalizar la guerra, se ponía sobre la mesa un nuevo reto para las potencias europeas: la reconstrucción del continente. Sin embargo, ¿cómo se puede reactivar la economía en un entorno en el que las infraestructuras del país prácticamente han desaparecido o han quedado inutilizadas, y careces de fondos para su reconstrucción? 

Después de la tormenta llega la calma, pero en este caso lo que llegó era otra tormenta, aunque de menor tamaño. La posguerra fue sinónimo de sufrimiento. La producción había caído, las fábricas habían sido destruidas, las venganzas fueron constantes en todos los territorios, y se produjo una oleada masiva de refugiados que no sabían a dónde iban a llegar a parar.

Dresden, ciudad del este de Alemania

No obstante, había un país al que la guerra prácticamente no había llegado a sus fronteras, aunque sí que fue partícipe de la misma (de hecho, con un papel decisivo), Estados Unidos. Para este país la guerra se había desarrollado de forma muy distinta al resto de las potencias europeas. Salvo los ataques a la flota naval estadounidense en Pearl Harbor en diciembre de 1941, la guerra no incidió en ninguna otra parte de su vasto territorio continental, por lo que no sufrió de bombardeos ni de destrucción. Al finalizar la guerra, EEUU seguía manteniendo todo su poderío industrial intacto. 

Ataque japonés a Pearl Harbor

De hecho, EEUU se encontraba con un problema. El final de la guerra trajo consigo un descenso de las exportaciones estadounidenses. La devastación de Europa había hecho que tales mercados desaparecieran, por lo tanto, si se pretendía recuperar dichos mercados había que proporcionar un estímulo para que los países más afectados pudiesen importar los productos americanos. Por tanto, la elaboración del plan Marshall, como se denominó al programa de estímulo de las economías europeas, no fue ideado por obra y gracia de la solidaridad, sino que en la cuestión influía un tema de carácter económico beneficioso para los EEUU. 

El programa fue elaborado por George Marshall, secretario de Estado de la administración de Truman, aportando durante los años 1948 y 1951 más de 12.000 millones de dólares a países de Europa Occidental (España no se benefició de las ayudas por el rechazo de la dictadura franquista), los cuales no estaban bajo la influencia soviética (aunque realmente se les ofreció la ayuda, pero fue la propia URSS la que la rechazó). Incluso Alemania participó pese a contar con la oposición de Francia, aunque sin duda quien más fondos recibió fue Reino Unido. 

El objetivo del Plan Marshall, más allá del fomento del libre comercio, de la reconstrucción de Europa, o del impulso de la democracia estaba claro: Europa carece de tejido industrial y de fondos, a la vez que EEUU padece de un exceso de producción; si estimulamos con fondos a los países europeos, tales países deben importar los bienes estadounidenses para su reconstrucción. Por lo tanto, la relación parecía simbiótica, y realmente, en apenas cuatro años, se consiguió recuperar el nivel de producción previo a la guerra. 

Sin embargo, se debate mucho sobre hasta qué punto fue decisivo este plan o sobre la trascendencia del mismo. No sería adecuado decir que gracias a este plan se recuperara Europa, puesto que se aprecia que ya se estaba produciendo una recuperación antes de la puesta en marcha del programa. Además, no existe una verdadera relación entre la ayuda recibida y la velocidad de recuperación. En este sentido, quien más rápido lo hizo fue Alemania, pero quienes más fondos recibieron, como ya hemos marcado, fueron los británicos. 

George Marshall acabó recibiendo el Premio Nobel de la Paz en 1953 por el impulso del programa que lleva su nombre. 

Comentarios

Entradas populares de este blog

¿Un nuevo (o viejo) sistema de pensiones?

La crisis que nadie vio llegar: el caos financiero de 2008.