Tan rico y a la vez tan pobre: los últimos 100 años de Guinea Ecuatorial.

Si pensamos en los países africanos, automáticamente se nos viene a la cabeza gente pobre, gente que pasa hambre, que no tiene acceso a agua potable, a internet y no disponen de las condiciones mínimas indispensables para el desarrollo de una vida digna. La historia de África es una historia de lucha. Sus habitantes han tenido que hacer frente al poder colonialista occidental durante siglos bajo una relación de sumisión y esclavitud. Las fronteras actuales de algunos de sus países todavía muestran el reflejo de ese pasado, un pasado en el que España también ejerció una notable influencia. Y no me refiero al Sáhara Occidental, que es la antigua colonia en la que todos piensan cuando hablamos de España en África, sino a un pequeño territorio situado más al sur que también estuvo bajo dominio español, Guinea Ecuatorial.


El territorio de Guinea Ecuatorial ha estado disputado a lo largo de la historia por portugueses, británicos y españoles y franceses. Sin embargo, no es hasta el principio del siglo XX, concretamente hasta el año 1900 cuando España y Francia firman el Tratado de París, delimitando definitivamente las posesiones de ambos países en la costa del Sáhara y en la del Golfo de Guinea. Sin embargo, el territorio insular no se terminó de unir con el territorio continental hasta 1926, ahora sí conocido como la colonia de la Guinea Española. 

La economía en el primer tercio del siglo XX giraba en torno a la isla de Fernando Poo, la actual Malabo, capital del país, predominando las plantaciones de cacao. En el terreno continental también se habían iniciado la explotación de los recursos, con la tala de bosques de la zona; aunque la situación en la metrópoli impedía que se diese el estímulo necesario para el desarrollo económico en el territorio.

Tampoco ayudó el comienzo de la guerra civil española. Durante la misma, la colonia se posicionó inicialmente en el bando republicano, aunque pasados tres meses desde julio de 1936, la isla de Fernando de Poo se sublevó contra el gobierno. El apoyo a la república se hundió definitivamente con la llegada de tropas franquistas desde Canarias, quedando finalmente todo el territorio bajo dominio del bando sublevado.


Ya en la dictadura, en 1959, Guinea Ecuatorial pasó a organizarse en dos provincias: Fernando Poo y Río Muni. Y un año después, la metrópoli autorizó la convocatoria de elecciones locales en la colonia por primera vez. Ante el aumento del independentismo, España, en 1963 concedió a estas dos provincias un "proyecto de Bases sobre Autonomía", aprobado por referéndum, a partir del cual aparecen la Asamblea General, un Consejo de Gobierno y la figura del Comisario General. Sin embargo, las presiones procedentes de la ONU, a la cual España había accedido en 1955, obligaron a poner fecha a la independencia de Guinea Ecuatorial.

La independencia llegó finalmente el día 12 de octubre de 1968, tras un periodo en el que tuvo lugar la elaboración de la primera constitución ecuatoguineana, y unas elecciones a cortes en las que, a pesar de que ninguno de los candidatos obtuvo la mayoría absoluta, dieron la presidencia de la República de Guinea Ecuatorial (denominación así adoptada) a Francisco Macías Nguema. No obstante, la realidad social era conflictiva. Macías tenía el apoyo fundamentalmente de movimientos nacionalistas, y la tensión fue en aumento cuando el principal líder de la oposición, Bonifacio Ondó Edu, fue asesinado en enero de 1969. Macías había comenzado su régimen dictatorial.

Macías derogó la constitución y elaboró una hecha a su medida, con una concentración de los poderes del estado en su persona. La represión y la dureza del régimen se dejan ver en la aniquilación de sus principales adversarios políticos o en la represión religiosa. La economía también se resintió, en buena medida por la pérdida de la capacidad de trabajo a causa de un éxodo masivo hacia fuera del país y por la escasez de infraestructuras sólidas capaces de elevar su potencial económico. 

Finalmente, el gobierno de Macías llegó a su fin cuando su sobrino, Teodoro Obiang, dio un golpe de estado en 1979 conocido como el Golpe de la Libertad, por el cual se ejecutó a Macías. Sin embargo, con este golpe de estado no llegó la democracia puesto que en la actualidad Obiang sigue al frente del poder del país, aunque el régimen del terror de la década anterior sí que llegó a su fin. El nuevo presidente centró sus esfuerzos en el impulso económico de un estado que tenía sus arcas sin fondos. Para ello, en diciembre de 1983, Guinea Ecuatorial se adhirió a la Comunidad Económica de los Estados de África Central (CEMAC),​ y un poco más tarde a la Comunidad Económica y Monetaria de África Central, por lo que en 1985 adoptó el franco CFA como moneda.


A pesar de estas medidas, la economía de Guinea Ecuatorial dependía de fondos procedentes de países como España o Francia. No obstante, las democracias occidentales, para la concesión de tales fondos, presionaban al gobierno para forzar una transición hacia dicho sistema en el país. Obiang burlaba tales exigencias de democratización anunciando elecciones en las que se permitía la participación de diversos partidos; todo una farsa, puesto que los opositores eran encarcelados, se prohibían los partidos o bien se manipulaba el sistema electoral a gusto del dictador. 

Pero finalmente, a finales del siglo XX se descubrió la principal fuente de riqueza de la que se nutre desde entonces el país, el oro negro, conocido de forma más común como petróleo. En 1992 ya se conocía el interés por la extracción de tales recursos, pero fue en 1996, cuando comenzó la explotación de las reservas de petróleo del país de manera intensiva por la multinacional estadounidense Mobil. El petróleo ha supuesto la principal fuente de riqueza de Guinea Ecuatorial desde su descubrimiento, permitiendo ser en 2001 una de las economías de más rápido crecimiento en todo el mundo (con tasas de hasta el 33%). El sector petrolero, que alcanzaba el 15,3% en 1993, alcanzó el 61,3% en 1998. Realmente, el petróleo supuso un cambio estructural en el sector productivo ecuatoguineano, pasando a acaparar la mayor parte del poderío económico del país con mucha diferencia. 


Desgraciadamente, la riqueza derivada de los ingresos procedentes de este recurso no alcanzan ni de lejos a toda la población, sino que van a parar al bolsillo de unos pocos sentados en la mesa de la élite. Guinea Ecuatorial sigue sin desarrollar infraestructuras educativas, sanitarias o de índole similar que permitan un desarrollo próspero de la población. Su índice de desarrollo humano tenía un valor de 0,592 en 2019, y su entorno institucional no es el adecuado para el impulso de una economía próspera. No cabe duda de que los yacimientos petrolíferos no han supuesto un mayor beneficio más que a algunos de los dirigentes supremos del país. Es incuestionable que se están desaprovechando oportunidades de crecimiento que aparecen con la presencia de los recursos naturales como el petróleo, fruto de una sucesión de regímenes que no han apostado más que por ellos mismos. 

En conclusión, y bajo mi punto de vista, Guinea Ecuatorial sufre de un problema institucional muy grave que impide que la explotación de los recursos propios alcance al conjunto de la población. El país no ha sabido lo que es la democracia en ningún periodo de su historia y seguramente la historia hubiese sido distinta si ese oro negro del que hablamos no hubiese estado ahí, pero el caso es que está. 

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